Publicado en El Periódico de Catalunya, 1995-VI-17
Conviene meditar sobre las voces de tantos predicadores y predicadoras que cada día proclaman a través de los medios de comunicación que nos hallamos ante un proceso de degradación política, que la situación es cada vez más grave...
Primero, porque no es cierto. En el mundo en que vivimos, incluso en lo que los medios de comunicación explican de esa realidad, existen indicios que contradicen esas visiones negativas y arrojan luces m s esperanzadas sobre tantas tinieblas. La diversificación de opciones políticas en las últimas elecciones, la actitud de algunos políticos que han logrado o no sus objetivos (pienso en Barcelona, en las recientes declaraciones de Ruiz Gallardón y en otros muchos), o la fulminante dimisión del conseller Roma, indican madurez democrática. De ahí que casos como el GAL o el CESID ya no se oculten, como sucedía en la dictadura o en la época de aprendizaje democrático en que se gestaron, sino que se exponen al debate y el control público.
Pero ante todo porque esta visión parcial y tremendista alimenta un ambiente de pánico propicio a reclamar la acción contundente de algún redentor.
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