Publicado en El Periódico de Catalunya, 1993-IV-7
El protagonismo que el sufrimiento humano ha adquirido últimamente en los medios de comunicación de masas, está provocando numerosas críticas en las que los prejuicios clasistas se aderezan con buenas dosis de ignorancia.
Prejuicios clasistas de quienes no se sorprenden ante la parcialidad partidista de las informaciones que centran su atención en los personajes que ocupan las cúpulas de las instituciones e ignoran a la mayoría de la población, y sin embargo s¡ se escandalizan ante estas otras en las que esa mayoría aparece como protagonista, aunque convertida en víctima.
Pero también ignorancia. Porque la exhibición del dolor y la sangre no es una simple moda recién importada del imperio; o algo que - como decía Luis Racionero en estas páginas - antes se reservaba a publicaciones casi clandestinas: El Caso llegó a tirar más de 200.000 ejemplares, al igual que La Vanguardia y ABC en la misma época, aunque su índice de lectura era mucho mayor. La espectacularización del sufrimiento forma parte de nuestra memoria colectiva. La iglesia de Roma inauguró la práctica de hacer ajusticiar públicamente a los transgresores de sus normas para escarmiento general, y, en tiempos de la Contrarreforma, creó el lenguaje y la estética de la dramatización del dolor, tal como podemos ver en la imaginería típica de la semana santa.
Las víctimas no sólo derraman sangre pasivamente: reaccionan ante las dificultades, actúan... Como cualquiera.