Publicado en El Periódico de Catalunya, 1991-VIII-13
Más que el amor, es la exigencia de dosificarlo en aras de un matrimonio que garantice perpetuar el patrimonio, lo que determina el interés por los movimientos del príncipe Felipe e Isabel Sartorius.
Al llegar el verano disminuyen las noticias llamadas de información general y se multiplican las que se refieren a amores, desamores y otros eventos privados de los personajes públicos. Y, al mismo tiempo que las revistas del corazón aumentan su esplendor y sus tiradas, muchos periódicos del primer género las imitan y dedican parte de su menguado papel a relatar los momentos m s refrescantes de las famosas y famosos de turno. Aunque no es éste un fenómeno exclusivamente estival. En los últimos tiempos los sentimientos privados han ganado papel a las razones políticas, no sólo porque estos resultan más atractivos, sino también por el tedio que provoca una vida política ensimismada y arropada por un periodismo escasamente crítico.
Pero ¿hay que considerar lo que leemos en la prensa del corazón como informaciones del mismo rango que las de tipo político y económico? No, si hacemos caso de la revista Capçalera. Según este órgano del Col·legi de Periodistes de Catalunya, se trata de "una mena de periodisme on les dones són la peça clau", expresión en la que el menosprecio hacia esa "especie de periodismo" se acentúa por su asociación con "las mujeres".
Frente a este prejuicio, más acertado parece el análisis de Juana Gallego en Mujeres de Papel, que relaciona la prensa dirigida preferentemente a las mujeres con el ámbito privado, y la llamada prensa de información general con la vida pública. Belleza, amor y hogar constituyen el eje que vertebra el primer tipo de prensa: "si obtenemos la belleza conseguiremos el amor que nos dar la felicidad, todo lo cual se materializar en el hogar". De ahí la exhibición del espacio doméstico como lugar en el que se disfruta y sufre el amor. Pero este planteamiento exige clarificar qué entendemos por vida privada y vida pública, tarea que, a la vez, nos facilita la lectura atenta de unas y otras publicaciones.
Tomemos como ejemplo la noticia por excelencia de este verano: los amores del príncipe Felipe con Isabel Sartorius. El hecho - la atracción amorosa entre un joven y una joven - se eleva a la categoría de noticia de primera página por las circunstancias sociales que rodean a los personajes, en este caso porque él es el heredero de la Corona. Es, pues, la herencia lo que hace de este amor una noticia a la vez que lo que entorpece una relación que, de no existir patrimonio, sería más factible e informativamente irrelevante. Más que el amor, lo que determina la atención que se presta a los movimientos de esta pareja en tiempo tan propicio al disfrute erótico, es la exigencia de dosificar ese impulso en aras de un pacto matrimonial que garantice la perpetuación de un patrimonio que conduce a la cumbre de la tarima pública.
Pero sigamos. La imagen de la infanta Elena bailando alegre entrelazada al conde Antonio Keglevich, contrasta con la del príncipe Felipe, cabizbajo, de espaldas y a distancia tipográfica de Isabel Sartorius, publicada en el suplemento de verano de este periódico hace unos días. Como si la vida se burlase de este hermano pequeño llamado a recibir la parte más sustanciosa de la herencia familiar en detrimento de la primogénita, amparado por un sistema sucesorio discriminatorio y que, por tanto, atenta contra los principios constitucionales que esta Monarquía constitucional dice salvaguardar.
Pasemos páginas: la distancia entre la jovialidad de la infanta Elena y, por ejemplo, la vida alegre de la princesa Estefanía, o entre el príncipe Felipe con sus penas de amor y el primogénito de Mónaco, que puede surcar los mares en amoroso trance con una estudiante americana, es directamente proporcional a las dimensiones de los patrimonios que han de recibir cada uno de estos personajes, y que determinan el lugar que ocupan en la distribución del pastel a escala internacional.
En definitiva, mientras la prensa del corazón nos habla de la regulación de los sentimientos a la medida de los intereses privados, la prensa política completa esta visión al informarnos de unas razones públicas cuyo objetivo es... perpetuar y ampliar esos patrimonios de los que se goza - ¡y padece! - en privado. La lectura de uno y otro tipo de prensa permite, así, recomponer el puzzle global de nuestra vida social.
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